La mayoría de las galletas infantiles no son saludables. Así, 253 de las 305 galletas infantiles analizadas tienen una valoración D o E en Nutriscore, la más baja posible. De media, uno de cada tres gramos de este tipo de galletas son directamente azúcares. El resto son grasas saturadas, harinas refinadas y aditivos.
Según se desprende de un estudio de OCU realizado en el marco del Proyecto Alimentación saludable para el pequeño consumidor, solo 15 galletas tienen una valoración A o una B y se trata normalmente de las tradicionales galletas tipo María sin azúcares añadidos, pero con edulcorantes, que suelen ser las menos apetecibles para los niños.
Es precisamente el azúcar, en este caso su exceso, el aspecto que más lastra su valoración nutricional. La Organización de Consumidores advierte que, de media, uno de cada tres gramos de este tipo de galletas son directamente azúcar. Y las que lo excluyen lo suelen sustituir por polialcoholes, un tipo de edulcorantes cuyo consumo puede tener efectos laxantes, más en niños si cabe por su bajo peso corporal. Pero es que el resto de los ingredientes no son mejores: grasas saturadas, que pueden sumar otro tercio del peso, harinas refinadas, aromas y todo tipo de aditivos. La poca fibra que tienen (un 3%) suele ser añadida, lo mismo que los posibles minerales y vitaminas, innecesarios si se sigue una dieta variada y equilibrada.
En definitiva, señalan que el consumo de galletas debe ser ocasional y en pequeña cantidad, incluso de las que tienen una valoración nutricional A o B, puesto que se trata de productos ultraprocesados con una amplia variedad de aditivos. Lo ideal es sustituirlas por pan integral con aceite de oliva, queso, crema untable vegetal o tomate. Incluso un trozo de pan integral con un par de onzas de chocolate negro (mínimo 70% de cacao) resulta más sano. La fruta y los frutos secos naturales, sin freír ni salar, también podrían estar presentes.