El tamaño de la tipografía del etiquetado de los productos en los lineales se ha convertido en un freno para el 91% de consumidores, según revela el estudio “¿Qué te metes en el cuerpo?’” recientemente realizado por Yosoy.
Según explica la marca de bebidas vegetales, con un consumidor cada vez más exigente e informado, esto cobra aún más importancia si se tiene en cuenta que el Reglamento (UE) Nº1169/2011 exige un tamaño de letra mínimo de solo 1,2 mm. Una dimensión insuficiente para la mayoría de los consumidores que deben descifrar ingredientes, aditivos y advertencias con lupa.
Instituciones como la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ya han alzado la voz en años anteriores para exigir que la industria adopte etiquetas más legibles y claras, con la información esencial destacada. Aunque la realidad es que pocas marcas de alimentación se han interesado en poner solución a esta reclamación por parte del consumidor.
Desde el pasado mes de mayo, Yosoy ha dado un paso al frente y, no solo ha pasado del 1.2 mm legal en el tamaño de la letra de sus ingredientes a un visible 9,3 mm, también ha investigado a fondo las percepciones de los consumidores. El estudio revela que, aunque siete de cada 10 españoles leen la etiqueta antes de comprar, la mayoría se pierde ante términos técnicos y números como “E-XXX”. Solo un 4% sabe qué significan realmente estos códigos, y el 60% reconoce que son aditivos pero no entiende su función. Además, el 97% declaró que prefiere evitar productos que contengan aditivos.
Paula Arcas, Brand manager de Yosoy declara al respecto que “la transparencia, educación y una mejor legibilidad son claves para que los consumidores tengan un poder de decisión real. Como marca parte de la industria alimentaria, le debemos a todos los españoles un etiquetado que al menos puedan leer, para luego entender y decidir si realmente eso es lo que quieren meterse en el cuerpo”.
Por otro lado, el estudio “¿Qué te metes en el cuerpo?’” también ha destapado datos relevantes para cualquier marca, como que en la compra los consumidores priorizan la transparencia en el etiquetado por encima incluso del sabor, el precio o la marca. Junto a que el 93% de los encuestados considera que saber lo que comemos no debería ser solo un derecho sino una obligación de salud pública.
“La claridad en los ingredientes ya no es solo una petición del consumidor, se ha convertido en una exigencia irrenunciable. La industria alimentaria debería dejar de escudarse en normativas mínimas y en códigos crípticos y tomar acción para garantizar productos con un etiquetado claro y legible que respete el derecho del consumidor de saber qué se mete en el cuerpo”, concluye la marca.