Desde diferentes ámbitos siempre se ha luchado para mejorar la información ambiental que llega a un consumidor sobre un alimento. Actualmente, existen numerosas etiquetas, muchas de ellas desconocidas por los consumidores, que aportan información escasa o parcial del impacto ambiental del alimento. Reflejándose en el nutriescore, su equivalente en nutrición, el ecoescore se ha empezado a abrir paso tímidamente en Francia y Alemania. Un indicador que podría acabar llegando a España y que debería superar los errores que tiene Nutriscore.
Según informa Ecovidrio, ecoscore pretende ser el hermano ambiental del nutriescore, que ya está presenta etiquetas de productos alimentarios. Nutriscore es un sistema de etiquetaje frontal de los alimentos. De implantación voluntaria, la finalidad es facilitar la comprensión de la composición nutricional al consumidor. Este sistema clasifica los alimentos en cinco categorías, con letras que van de la A a la E y les asocia unos colores por cada una de ellas, que van del verde al rojo. Es la misma clasificación que se propone para el ecoescore.
Así, un alimento con una A o B debería ser saludable y uno con una clasificación D o E debería ser poco saludable. Este nuevo sistema de etiquetado, que nació para simplificar la información nutricional de los alimentos, tiene algunos fallos que, con el paso del tiempo desde su implantación, no se han corregido. Ver las áreas de mejora del nutriescore, puede adelantar lo que puede suceder con el ecoscore. Y es que con este sistema de etiquetado nutricional se dividen los nutrientes en buenos y malos. Dentro de los nutrientes buenos hay proteínas, fibra, fruta y vegetales y dentro de los malos hay densidad energética (kilocalorías), sal, azúcar y grasas saturadas.
Mediante un algoritmo, los alimentos buenos suman puntos y los malos restan puntos, clasificando el producto según su barómetro. “Está división está anticuada, no todos los alimentos con grasas saturadas o con alto contenido calórico son poco saludables. Un caso sería el de los frutos secos. Ni los alimentos bajo en calorías son saludables como sería el caso de los refrescos sin azúcar”, explica Marga Rigo, dietista y nutricionista. Esta clasificación también se podría dar con el ecoescore: ¿se tendrán en cuenta los orígenes del agua utilizada para producir el alimento?, ¿y los de la energía si es renovable o no?, ¿se penalizarán los productos ecológicos que vienen del otro rincón del mundo?, se pregunta Rigo.
“La industria está encantada con la implantación del nutriscore y casi todas las empresas alimentarias lo tienen. Casi se podría pensar que nutriscore es en realidad un blanqueador de ultraprocesados”, añade. Es el caso de, por ejemplo, del cereal de desayuno azucarado que le han añadido fibra, pudiendo pasar de ser un producto no saludable a saludable. Y es que añadiendo ingredientes positivos para el sistema nutriscore a un producto no saludable, puedo llegar a tener un producto insano con buena puntuación.
Frente a la entrada del ecoscore y de las posibles semejanzas con el cuestionado nutriescore, podría existir otra forma de indicar si un producto tiene un impacto ambiental más destacado que otro. Otra de las dudas es saber si la implantación del ecoscore va a tener un impacto en los hábitos de consumo de los consumidores. Pero nuevamente en el nutriescore podemos ver hacia dónde podría ir. “La verdad es que estos sistemas de información nutricional, con sellos, colores o semáforos nutricionales no ha mejorado demasiado la conducta alimentaria de la población general”, sentencia la nutricionista.