El año 2020 se espera una cosecha de cereales histórica a nivel nacional, con 23,5 millones de toneladas de cereales de invierno y 26,7 millones de toneladas sumando el maíz. Además, a nivel mundial, las cifras también apuntan a unos datos excelentes.
Así lo ha destacado Urcacyl, que señala que, por ejemplo, en Castilla y León la campaña será “excepcional”, con un volumen que alcanzará los 8,8 millones de toneladas de cereal de invierno, con rendimientos record que rondan las 4,75 toneladas por hectárea en trigos y cebadas, cereales predominantes en estas tierras.
“Éste es el resultado que siempre se desea cuando se preparan las siembras meses antes. La elección de la semilla, el cuidado en las labores y rotaciones, la mejora en la fertilización y de la contención de plagas y enfermedades hacen una buena parte. Sólo hace falta que acompañe el clima, con temperaturas y precipitaciones adecuadas, como ha sido este caso, para obtener éxito en el trabajo del agricultor”, explica la organización.
Además, esta gran cosecha ha llegado en un momento de caída de la demanda con motivo del Covid-19: menor consumo en alimentación por la disminución del turismo, cierre mayor o menor del canal horeca, peor situación económica del consumidor. A esto se añaden otros factores como la abundancia de pastos para el ganado, las dificultades de la exportación o la depresión de los precios de los cereales pienso por la vinculación del maíz destinado a etanol (y por ello del precio del petróleo que se hundió con motivo de la pandemia).
“El resultado es el de unos precios de los cereales, sobre todo en cereales para alimentación animal, por debajo de la media de las últimas campañas”, afirma Urcacyl, que señala que “ante estas circunstancias, el reto está en la fase de comercialización durante toda la campaña 2020/21. Es necesario abastecer regularmente a un mercado y a una industria transformadora que consume casi 100.000 toneladas de cereal cada día, y que, a pesar del enorme volumen de cosecha, tiene que complementar su consumo con cereal importado. Es decir, a una cosecha excepcional, le tiene que acompañar una comercialización a la misma altura”.
El papel de las cooperativas, que comercializan alrededor de un tercio de ese volumen, es “esencial” en esta situación de producción y mercado, ordenando una oferta muy atomizada. Las cooperativas facilitan una comercialización escalonada, mes a mes, de la cosecha de sus socios, garantizándoles un servicio que permite gestionar las ventas de forma profesional, con razonables precios medios de campaña y asegurándoles el cobro a pesar de los riesgos de un mercado muy revuelto.
Además, asegura Urcacyl, “las cooperativas han demostrado en estos últimos años que miran al mercado no sólo de forma cortoplacista en el tiempo y el espacio, sino que son empresas capaces de ver al sector agropecuario en su conjunto y confiables en el tiempo. Esto es especialmente importante en un momento crítico para el sector ganadero (consumidor principal de nuestros cereales), de cuya continuidad dependen nuestras ventas en los próximos años. Unos precios razonables deben ser buenos para todo el sector agrario en su conjunto y a medio y largo plazo”.