Añada tras añada, el rosado de lágrima de El Grifo revalida su posicionamiento como un vino delicado, fresco y muy expresivo, es decir, con un carácter propio absolutamente reconocible.
Tanto que es una de las referencias favoritas de quienes se declaran amantes de los vinos que produce la bodega más antigua de las Islas Canarias. A la vista es limpio, brillante y de tonalidad rosa pálido. Precisamente su color es ya un rasgo diferencial. Nada tiene que envidiar a los rosados provenzales más prestigiosos. Tampoco en cuanto a aroma.
En la nueva añada naturalmente se reconocen de manera predominante frutos rojos (fresa, casis y frambuesa), pero también los balsámicos o la hoja de tomatera que definen a la variedad listán negro. Por último y en cuanto a boca, el paso es fresco, con untuosidad y volumen.
Elaborado con cepas prefiloxéricas de la variedad de uva listán negro, cuya edad alcanza entre los 45 y los 60 años y que se cultivan bajo un manto de ceniza volcánica. La vendimia por supuesto es manual, dada la imposibilidad de mecanización en el llamado ‘viñedo de lo imposible’. Las partidas son analizadas desde el principio de su maduración con el objetivo de determinar con exactitud fecha de vendimia. Las uvas se depositan en cajas de pequeño volumen para evitar su rotura así como maceraciones de los hollejos en la recepción de la uva
En bodega, la uva pasa a la prensa y se aparta el primer escurrido de mosto producido por la propia presión de las uvas durante el llenado de la prensa. Este mosto yema, con escaso contacto con los hollejos, es fermentado a una temperatura de 17ºC. Tras la fermentación, se realiza un rápido trasiego, y el vino se mantiene con sus lías finas durante un mes. Pasado ese tiempo, se clarifica y filtra rápidamente para resaltar su frescura.