La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) pide que la nueva normativa española de calidad del pan se haga extensiva al resto de productos hechos a base de cereales, como galletas, masas o cereales de desayuno.
Además, la organización solicita que la Comisión Europea defina en esa misma línea en toda la Unión los parámetros que cada producto debe cumplir para denominarse “integral” ya que “muchas marcas utilizan calificativos como integral o de grano entero como bandera de productos en los que ni lo uno ni lo otro son la característica definitoria y lo hacen sin necesidad de incluir un mínimo de ingredientes integrales y pese a faltarle al grano una parte importante para estar íntegro”.
La Organización cree que los criterios utilizados en la nueva norma de calidad del pan pueden servir de guía para estos alimentos, de manera que, si un producto dice estar hecho con grano entero, todo el grano debería ser entero. Y si mezcla grano entero y refinado, el consumidor tiene que saber en qué medida exacta lo hace.
OCU aclara que la diferencia entre integral y no integral no es anecdótica: se calcula que el grano entero tiene, según de qué cereal se trate, hasta un 75% más de nutrientes que las versiones refinadas y cada una de sus partes aporta unos beneficios particulares de los de las otras.
En España, según el informe sobre la alimentación elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en 2017, se consume por término medio unos 90 gramos de pan fresco al día, de los que apenas 6,4 corresponden a pan integral.