El consumo en España afronta un mes de agosto con precios estables en términos generales. El indicador adelantado del Índice de Precios de Consumo (IPC) elaborado por el INE sitúa la variación anual en el 2,7%, la misma tasa registrada en julio. Esto supone que, pese a los movimientos en determinados componentes de la cesta, la inflación general mantiene una evolución contenida en la recta final del verano.
El comportamiento de los precios refleja una dinámica desigual según el tipo de producto. Los carburantes ejercen presión al alza, ya que su descenso interanual es menor que el registrado en agosto de 2024. Este factor encarece los costes de movilidad y transporte, con efecto indirecto sobre el gasto de los hogares. No obstante, los alimentos y bebidas no alcohólicas moderan la inflación al reducir sus precios con mayor intensidad que el año anterior. Esta evolución aporta cierto alivio al consumidor en un contexto de tensión acumulada en el coste de la cesta básica en los últimos ejercicios. Por su parte, la electricidad registra una subida más suave que en agosto de 2024, contribuyendo a contener la factura energética de los hogares.
Si se elimina del cálculo el efecto de alimentos no elaborados y productos energéticos, la inflación subyacente aumenta una décima hasta el 2,4%, lo que indica que las tensiones de precios en bienes y servicios de consumo más estable persisten. La evolución de la subyacente es un dato relevante para el sector de la alimentación y el retail, ya que refleja el pulso real del gasto de los consumidores sin la volatilidad de la energía y las materias primas frescas.
En comparación con el mes de julio, los precios de consumo se mantuvieron prácticamente iguales, con una variación del 0,0%. Esta estabilidad mensual refuerza la percepción de un escenario de cierta contención en el corto plazo, pese a que el contexto energético sigue marcando el horizonte de consumo.
Perspectiva para el retail
El mantenimiento de la inflación en el 2,7% genera un escenario de doble lectura para el sector. Por un lado, el descenso de los precios de alimentos y bebidas no alcohólicas podría favorecer la demanda en productos de gran consumo, con un efecto positivo en el ticket medio. Por otro, la presión que ejercen carburantes y costes de transporte mantiene la tensión sobre las cadenas de suministro y la rentabilidad de los operadores.
La evolución definitiva del IPC y del IPCA se confirmará con los datos detallados, pero el indicador adelantado apunta a un final de verano en el que el consumo se ve influido por un equilibrio entre factores de alivio en la cesta básica y elementos de presión derivados de la energía y la movilidad.