El aumento en el precio de los recursos, el deterioro de los márgenes comerciales y el fin gradual de los estímulos fiscales, podría dar lugar a un aumento de los impagos y las insolvencias en el sector de la alimentación durante los próximos meses. Esto resultaría especialmente dañino para las empresas más pequeñas, ya que muchas de ellas han aumentado sus deudas a causa de la pandemia.
Son pronósticos de la aseguradora de crédito Crédito y Caución, que prevé que el valor añadido del sector crezca en torno al 2% en este ejercicio en España. Aunque existe una visión sobre el futuro algo más optimista, se trata de una recuperación inestable, sujeta a la evolución de la pandemia. Además, está el problema de los elevados precios de las materias primas, los fertilizantes y la energía.
Por otro lado, el segmento de las bebidas se ha recuperado parcialmente de la importante caída de ventas de 2020, pero todavía no ha alcanzado los niveles anteriores a la pandemia. Asimismo, la industria cárnica se enfrenta a las barreras de importación impuestas recientemente desde China, que han provocado un fuerte descenso de los precios del porcino lo que, en combinación con el aumento de los costes de la energía y los piensos, ha provocado un deterioro de los márgenes de los productores.
A nivel global, la cadena de valor del sector alimentación presenta riesgos a la baja muy similares a los que afronta en España. En un entorno global altamente competitivo, en el que el poder de negociación de los grandes minoristas y el canal descuento es muy elevado, los mercados alimentarios son vulnerables a la materialización de diversos riesgos: la volatilidad de los precios de las materias primas, los posibles brotes epizoóticos o la imprevisibilidad climatológica pueden provocar un deterioro inmediato de la rentabilidad de las empresas.
El lado positivo para el sector alimentario es que su demanda es inevitable, pues sus productos son esenciales. Por otro lado, en muchas economías emergentes está creciendo el número de familias con ingresos medios y, a medida que aumenta su renta, estos consumidores compran alimentos de mayor valor añadido. Además, la tecnología juega cada vez un papel más relevante en el diseño de soluciones para el suministro global de alimentos.
En este contexto, el sector alimentario presenta en el arranque de 2022 un alto riesgo de impago en Emiratos Árabes Unidos y moderado en Alemania, Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, España, Estados Unidos, Francia, México, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rusia, Singapur o Suecia. El riesgo es bajo en Australia, Austria, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Japón, Polonia, Suiza, Tailandia Taiwan y Turquía.