El comercio mundial ha cambiado notablemente en la última década. Sólo en los alimentos se ha triplicado en términos de valor, impulsado en especial por las frutas, hortalizas, pescado, carne y productos lácteos, todas ellas categorías de valor elevado, donde las normas son en general más importantes que en productos básicos como los cereales.
Además, hay cambios en la geografía económica. América Latina se ha convertido en el mayor exportador neto de alimentos -sustituyendo a América del Norte- y marcando el comienzo de un nuevo mapa político de los flujos comerciales Sur-Sur, según un informe de la FAO.
Mientras tanto, han proliferado los acuerdos comerciales regionales, y si bien las importaciones de productos agrícolas tiende a dispersarse entre muchos países, las exportaciones están concentradas en unos pocos -como Brasil con el azúcar, o los Estados Unidos con los cereales secundarios- lo que hace la oferta más vulnerable a perturbaciones repentinas.
Al mismo tiempo, nuevas y más sutiles dinámicas orientan cada vez más las pautas del comercio, incluyendo la aparición de cadenas de valor globales y la integración vertical dentro de la producción y la comercialización agrícolas. Estos cambios -en los que la fuerza y la estandarización de los mercados importan tanto como los precios- plantean dudas sobre la presunción de que los mercados competitivos y los esfuerzos tradicionales aprovechan las ventajas comparativas, aunque la participación en las cadenas de valor ofrece también importantes oportunidades de generación de ingresos a los pequeños agricultores.
La "revolución de los supermercados" en muchos países en desarrollo también está cambiando el equilibrio de oportunidades y riesgos. Por un lado, las cadenas minoristas compran a menudo directamente los productos, transformando hábitos, como demuestra la rápida reducción de la cuota de mercado de las tres principales empresas bananeras multinacionales: del 70% en 2002 a 37% en la actualidad.
Por otro lado, mientras que los supermercados tienden a beneficiar a los consumidores urbanos de bajos ingresos, los productores pueden verse perjudicados si carecen de capacidad para realizar las inversiones necesarias para cumplir con las normas de volumen, coste, calidad y uniformidad.