Solo una de cada dos personas encuestadas el pasado mes de agosto por Eroski Consumer a través de su web lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, apenas la mitad entiende con frecuencia la información declarada.
Es más, aunque un 78% lo consideran una herramienta útil, solo a la mitad le influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 94% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 86% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La función del etiquetado en los alimentos es la de informar sobre lo que contiene un producto y su existencia responde a uno de los derechos básicos del consumidor: "la información correcta sobre los diferentes productos o servicios y la educación y divulgación, para facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute", según el artículo 2.1.d de la Ley General 26/1984 para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.
Según los resultados de la encuesta mencionada, una de cada dos personas entrevistadas dijeron hacerlo siempre, pero otro 45% confirmó que solo a veces y un 5%, nunca. Por provincias, todos los encuestados manchegos, valencianos y riojanos aseguraron leer la etiqueta frente a uno de cada diez gallegos, cántabros y castellanoleoneses entrevistados que aseguraron no hacerlo nunca. No hay diferencias apreciables por sexo, pero sí por edad. Entre quienes confirman esa lectura, son los más jóvenes de entre 18 y 34 años quienes lo hacen siempre en mayor proporción, un 58% de ellos. Por su parte, el 47% de los mayores de 55 años examinan las etiquetas solo a veces.
Una cosa es leer y otra entender. Quienes leen las etiquetas de los productos que adquieren no siempre comprenden la información que en ellas aparece: uno de cada dos encuestados reconoce que solo la entiende a veces. Por sexos, son ellos quienes en mayor proporción así lo reconocen (un 54% frente al 49% de ellas), y por edad, los encuestados de entre 35 y 54 años (el 55% a diferencia del 40% de 18 a 34 años que también lo asegura). Por último, dos de cada tres extremeños y castellanoleoneses entrevistados también destacan por confirmar que esa información no siempre la descifran (en torno al 65% de ellos).
Tres de cada cinco menciona la lista de ingredientes y alérgenos, dos de cada cinco la información nutricional y uno de cada cuatro el nombre o razón social y dirección del fabricante, el lugar de origen y la denominación de venta del producto. Por edad y sexo, todos coinciden en que la lista de ingredientes y alérgenos es el dato en el que suelen dudar en mayor medida (incluso, tres de cada cinco afirman que el grado de comprensión de este dato es medio). Pero también añaden la información nutricional los encuestados en Asturias y las comunidades madrileña y valenciana, así como el lugar de origen del producto en Cantabria.
La utilidad del etiquetado de los productos a veces se cuestiona. Aunque tres de cada cuatro personas encuestadas confirmaron que siempre es útil (en mayor medida las mujeres -un 79%- y los jóvenes de 18 a 34 años, un 82%), una de cada cinco cree que solo lo es a veces (en mayor proporción los hombres y los adultos de 35 a 54 años, un 22% de ellos respectivamente) y no llegan al 1% quienes opinan que nunca lo es (superan esta proporción el 7% de los riojanos encuestados que así lo cree).