Ibepan, empresa importadora y comercializadora de panes y dulces para hostelería, especialmente para el sector del catering, ha entrado este año en el segmento de la panadería artesanal con la incorporación de dos referencias de panecillos elaborados a mano y con recetas ancestrales.
Se trata de la Pintera y la Cañada, amparados por la marca de calidad alimentaria C’alial, y originarios de Teruel.
Sin aditivos ni coadyuvantes tecnológicos, elaborados únicamente con materias primas de la máxima calidad (trigo, levadura, sal, agua y masa madre), y con largos períodos de fermentación. Estos son los secretos de unos panes que se elaboran de la misma forma desde el Medievo. Ibepan sirve cocidos y ultracongelados y precortados.
El pan de Pintera, también llamado de pintadera o de estrella, es un pan redondo, aplastado por las orillas, y elevado y ahuecado por la parte central. La corteza es fina y crujiente, presentando una miga esponjosa con alveolado grueso distribuido de forma irregular. Su aspecto rústico proviene de su origen, ya que es el pan más parecido al que podríamos haber encontrado en época medieval en los obradores de cualquier casa.
Su nombre proviene de la costumbre de marcar -o pintar- cada una de las piezas de pan, para sí reconocerlos cuando se cocían en los hornos comunitarios. En periodos de escasez, los panes de Pintera sustituían a la pastelería en bodas, fiestas y celebraciones sociales, decorándose de forma especial para tales ocasiones.
El pan de Cañada es fácilmente reconocible por su forma ovalada, por contar con unas hendiduras en su parte superior. Igualmente característico es su color dorado brillante, consecuencia directa del aceite de oliva (DO Bajo Aragón) con el que se impregna la masa antes de la cocción. Ya que se trata de un pan que perdura fresco durante mucho tiempo, la Cañada es, desde época medieval, el típico pan de los pastores trashumantes. Precisamente de este
vínculo proviene su nombre, asociado a las cañadas por las que aún transitan los ganados trashumantes.