La estricta exigencia de calidad para la gama alta de los vinos de Finca La Emperatriz ha determinado el lanzamiento de la añada 2010 del blanco Viura Cepas Viejas, tras apartar la añada 2009.
El cálido verano de 2009 fue determinante para la Viura, la variedad blanca que miman en Finca La Emperatriz, incluso para las viejas cepas de más de 65 años que crecen en la parcela núm. 2 de esta finca de la DOCa Rioja.
Un verano insólito, de temperaturas extremadamente altas, que no obstante se benefició de la altitud de finca de los Hernáiz -situada a 570 metros-, que le aportaron algo de frescor nocturno. Pese a ello, la alta exigencia de calidad que Eduardo Hernáiz impone para los vinos de su gama alta resolvió al final que la añada 2009 del Viura Cepas Viejas no saldría al mercado.
Afortunadamente, la climatología en 2010 deparó una suerte distinta. Las nevadas del invierno aseguraron las reservas de agua para el periodo vegetativo; la primavera vino seca y, consecuentemente, muy sana y el verano, sin un calor excesivo, propició una maduración lenta y continuada de la uva. El resultado, la variedad Viura en 2010 destacó por su calidad. Así, se vendimió a mano la parcela nº 2 durante la segunda quincena de septiembre y se procedió a la fermentación en barricas controlando la temperatura para que no superara en ningún caso los 15ºC. Siguió el vino su crianza en barrica durante 9 meses, con removido semanal, y reposó luego en botella hasta su salida al mercado.
Al cabo, 3.990 botellas del nuevo Finca La Emperatriz Viura Cepas Viejas 2010, con su color oro nuevo y su lágrima densa y de lento recorrido, ven finalmente la luz. Descorchar una botella es despertar sus aromas: la miga de pan de la crianza sobre lías en primer lugar, y, a continuación, los finos tostados y las sensaciones de cítricos y melocotón, todo envuelto en el tono mineral que le aporta el singular terroir de canto rodado de la finca. Ya en boca, lo que hay que esperar de un blanco de gama alta: potencia, grasa y volumen, pero en equilibrio con el nervio, la frescura y la esencia de fruta que aparecía en nariz.
Por encima de cualquier otro criterio, los hermanos Hernáiz han apostado por una producción muy cuidada, que represente con toda dignidad la finca que fue propiedad de la emperatriz Eugenia de Montijo, y que consiga seducir al público por su perfil organoléptico, aunque haya que dejar en segundo plano el interés estrictamente comercial.