Los primeros años de vida son un periodo clave para el crecimiento y desarrollo del bebé, y una nutrición adecuada tiene un impacto significativo en su salud a largo plazo. Para abordar los desafíos nutricionales en esta etapa, España acoge estos días el workshop “Little Plates, Big Impact: Shaping Healthy Eaters in Toddlerhood”, organizado por el Nestlé Nutrition Institute (NNI) y el Wyeth Nutrition Science Center, en colaboración con la división de Nutrición de Nestlé España.
“Es un honor para nosotros poder reunir, durante tres días, a más de 150 profesionales de la salud a nivel internacional, entre ellos, una veintena de expertos de referencia en nutrición pediátrica de España. El workshop del Nestlé Nutrition Institute tiene un doble objetivo: informar a los profesionales de la salud sobre las mejores prácticas en nutrición infantil y fomentar un diálogo sobre la importancia de una alimentación adecuada en la primera infancia, un factor crucial para el desarrollo físico y cognitivo de los niños,” ha destacado Juan Borrell, director de Nutrición de Nestlé España.
Durante el encuentro, que este año llega a su 103ª edición, expertos de todo el mundo abordarán la influencia del microbioma en la salud a largo plazo, la alimentación plant-based en edades tempranas, los retos nutricionales más comunes, así como los últimos hallazgos sobre la alimentación complementaria.
En este sentido, Natalia Farré, miembro del grupo de investigación en pediatría, nutrición y desarrollo de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona), ha compartido los hallazgos del ensayo clínico TOMI (Toddler Milk Intervention Study) en el que participaron más de 1.600 pequeños de entre 11 y 13 meses y medio de España y Alemania. A partir del año de vida, el bebé empieza a integrarse en la dieta familiar y el aporte proteico puede llegar a ser superior al necesario, por lo que este estudio se trata de una intervención práctica con clara potencial aplicabilidad en salud pública. En este estudio, un grupo de participantes recibió, durante un año, leche de fórmula con un contenido menor de proteínas (similar a la leche humana), mientras que el otro grupo recibió leche con mayor contenido proteico (similar a la leche de vaca) para evaluar si la ingesta de leche con menos proteínas podía tener un efecto protector contra la obesidad en edades posteriores.
“Según los primeros resultados, los pequeños que tomaron leche con mayor contenido proteico muestran un aumento acelerado de peso que se desvía de los estándares de crecimiento marcados por la OMS. En cambio, los que tomaron leche con menor cantidad de proteínas mantuvieron patrones de crecimiento más cercanos a los límites de normalidad establecidos por la OMS”, ha adelantado Farré. “Hoy se habla mucho de los beneficios de la ingesta de proteínas en la población adulta, pero la población infantil no tiene las mismas necesidades proteicas que los adultos. En Europa, muchos niños pequeños consumen significativamente más proteínas de las recomendadas, principalmente a través de los lácteos y la carne. De este estudio se desprende que, cuando la leche materna no es posible, reducir el contenido de proteínas en la leche de crecimiento adaptándola a las necesidades del organismo de los pequeños en cada momento puede reducir significativamente el IMC y la prevalencia de obesidad en la edad escolar”, ha afirmado.
Frente al exceso de proteínas, Patrick Tounian, profesor de pediatría de la Universidad de la Sorbona y jefe del departamento de Nutrición y Gastroenterología Pediátrica en el hospital Trousseau de París, ha manifestado que existe una deficiencia de hierro en los niños que puede llevar a un deterioro neurocognitivo irreversible en esta etapa clave para su desarrollo. En esta línea, ha alertado que es difícil cubrir las necesidades específicas de hierro y otros nutrientes esenciales de los pequeños ya que el organismo del niño no es capaz de consumir las cantidades de carne necesarias, entre 100 y 150 gramos al día, algo que no ocurre hasta que alcanzan entre los tres y seis años. Por eso, ha manifestado que las leches de continuación, a partir del primer año de vida, pueden ayudar a asegurar una ingesta adecuada de hierro que es fundamental para el desarrollo saludable del niño.










