Las expectativas de una buena campaña de cítricos después de que en la pasada se obtuviera unos beneficios de 53.170.000 de euros se han frustrado en Murcia por diversos factores como las incidencias meteorológicas o el menor consumo en los países de la Unión Europea.
Tras un aceptable 2010, que rompía la tendencia de quiebra técnica en el campo murciano que se arrastraba en campañas anteriores con disminuciones continuadas de renta, los productores de limón y naranja navelina no están cubriendo costes este año, según indica el representante de cítricos de Fecoam, Rafael Sánchez.
“Aunque coyunturalmente la pasada campaña nos fue bien, los problemas estructurales de los cítricos siguen siendo los mismos”, apunta. Entre ellos, el exceso de superficie plantada o la atomización de la oferta. La Región de Murcia concentra cerca del 80% de las exportaciones españolas de limón, pero se encuentran en manos de más de un centenar de operadores, lo que provoca que se produzca una gran competencia entre ellos y “se acabe vendiendo lo más barato posible”, asegura.
Los productores de limón han sufrido un duro varapalo con la pérdida de cerca del 20% de su cosecha por los episodios de heladas ocurridos los días 16 y 17 de diciembre y 23 de enero. Rafael Sánchez apunta que se esperaba superar este año superar las 800.000 toneladas en todo el país, pero como consecuencia del frío no se va a alcanzar la cifra.
El representante sectorial de Fecoam espera que los precios mejoren a lo largo del año y que las cifras de producción puedan ser buenas en la temporada de limón verna.
Rafael Sánchez advierte que se ha producido en los últimos meses un descenso importante del consumo de cítricos en los países de la Unión Europea por la crisis. Además, la competencia en el mercado del limón de Turquía impide que se pueda introducir más mercancía en los países del Este de Europa como Rusia, Hungría, Polonia o la República Checa, dominados por los turcos.
También se lamenta de la gran agresividad por parte de las cadenas de distribución, que imponen precios y condiciones que en la mayoría de los casos son innegociables. “Su gran exigencia en protocolos de calidad y garantías fitosanitarias, no la acompañan de precios justos. Es una situación desleal en cuanto al nivel de exigencia, lo que damos y lo que luego recibimos”, apunta.