El sector de la distribución presenta unas características distintas a otras actividades “por su dispersión geográfica, porque debemos asegurar la cadena del frío y porque no podemos cerrar nuestras tiendas que distribuyen alimentos a los consumidores; de modo que no es posible adaptar nuestro funcionamiento al coste de la energía”, asegura el director general de la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas), Ignacio García Magarzo.
El directivo ha intervenido en la sesión sobre ‘La regulación energética y su impacto en la economía’, organizada por la Cátedra Pérez Llorca/IE de Derecho Mercantil, donde ha afirmado que, en los últimos meses, “la energía ha pasado a ser uno de los mayores costes fijos de la distribución alimentaria”, solo por detrás de los recursos humanos, “su incremento en los últimos años ha encendido todas las alarmas en nuestro sector, que puede ver comprometida su sostenibilidad en los próximos meses”. Además, destacó que “entre los Reales Decretos-Ley del 15 y el 23 de octubre, nos hemos visto sometidos a una enorme amenaza regulatoria que ha puesto en cuestión los contratos de sectores como el nuestro, en que predomina la contratación a medio plazo”.
Esta amenaza “tan grave, inesperada y difícil de justificar” ha quedado solventada en parte por el segundo Real Decreto-Ley, pero García Magarzo insta al gobierno a hacer lo posible “para que el coste energético sea estable, porque si los precios están sometidos a subidas y bajadas que no pueden regularse mediante contratos, podemos tener un problema muy serio para lograr ser eficientes y competitivos en un sector con los márgenes tan bajos como el nuestro”.
En esa jornada también intervino, entre otros, Fernando Fernández Méndez de Andes, Profesor de IE University, inició su intervención recordando a los asistentes que “los costes de generación solo representan un tercio de la tarifa eléctrica: otro tercio financia políticas públicas y el restante son impuestos y conceptos como el de los derechos de emisión”, a los que el ponente se refirió como “al coste directo de la transición energética”. Fernández apuntó también que “hemos de acostumbrarnos a unos precios altos de la energía, quizás no a los niveles actuales, pero sí a los impartidos por lo poco atractiva que va a resultar la inversión en un gas destinado a desaparecer y a que el precio de los derechos de emisión vaya a multiplicarse por cinco para cumplir con los objetivos de descarbonización fijados para 2050”.