Casi tres cuartas partes de los europeos (73%) creen que las prácticas sin contacto existían antes de la crisis. En cambio, sólo una pequeña mayoría de españoles (56%) apoya esta opinión. Sin embargo, casi cuatro de cada 10 europeos (39%) creen que la crisis sanitaria ha acelerado las prácticas sin contacto. La crisis ha jugado incluso un papel revelador para algunos países latinos como España y Portugal.
Así lo revela el Observatorio Cetelem Consumo Europeo de BNP Paribas Persona, que revela que para casi la mitad de los europeos (46%), la «vida sin contacto» está simbolizada por la crisis de la Covid-19, por delante del pago sin contacto (37%), las comunicaciones virtuales (35%) o el teletrabajo (33%). Esta percepción es más alta entre los españoles (52%) que, tras la crisis sanitaria, sitúan el teletrabajo en segunda posición (41%) por delante del pago sin contacto (29%).
El estudio también recoge que la vida sin contacto despierta sentimientos encontrados, con un claro predominio de las emociones negativas: casi tres cuartas partes de los europeos (73%) citan al menos un término negativo para describirla, sobre todo la soledad (43%), término citado en primer lugar en todos los países excepto en Hungría. Sin embargo, el 58% de los europeos también utiliza términos positivos como practicidad (20%) y facilidad (17%).
Los españoles se encuentran entre los países que ven con más dureza la vida sin contacto (80%), siendo los términos negativos más mencionados la soledad (43%) y la tristeza (41%). Sin embargo, el 48% de españoles también utiliza términos positivos como la practicidad o la libertad (14%).
El uso de la tecnología contactless en la vida cotidiana no es aceptado de manera unánime
Ocho de cada 10 europeos consideran que las prácticas sin contacto forman ya parte de su vida cotidiana. Aunque este sentimiento es bastante compartido, su aceptación puede variar según la zona geográfica. Una gran mayoría (60%) experimenta esta nueva situación como una limitación.
España se sitúa por encima de la media, con un 63%. El nivel de aceptación también varía según la edad y el nivel de ingresos: los jóvenes y los hogares con mayores ingresos lo aceptan más fácilmente (45% para los de 18 a 24 años, 46% para los de 25 a 34 años), frente a los mayores y los hogares con ingresos modestos (65% para los de 50 a 64 años, 63% para los de 65 años o más).
El medio ambiente es el principal beneficiario del cambio a un estilo de vida sin contacto (54%), muy por delante de los individuos y la sociedad en general (ambos con un 29%). La seguridad y la salud también se benefician de este gran cambio (44%), mientras que los europeos están mucho menos convencidos de los vínculos familiares (27%) o de las relaciones sentimentales (18%).
Mañana, ¿nuestra vida sin contacto?
Ocho de cada 10 europeos prevén una sociedad dentro de 10 años que dependerá cada vez más de la tecnología sin contacto. Una visión compartida por casi todos, excepto por Rumanía, que está ligeramente por detrás (72%).
Pero, ¿es éste un futuro deseable? Entre los aspectos prácticos de la vida sin contacto y las frustraciones sociales que genera, los europeos están más indecisos sobre si quieren que se desarrolle este estilo de vida, con una pequeña mayoría (53%) que se declara a favor. Los más reacios son los rumanos, búlgaros, italianos y franceses (44%, 45%, 45% y 47%). Los españoles son los más positivos (63%), al igual que los británicos (60%).
Los actores de esta sociedad sin contacto en evolución, las empresas y los ciudadanos, cuentan con la confianza de los europeos para apoyar estos nuevos estilos de vida (61% en ambos casos), por delante de las autoridades locales y los poderes públicos (57% y 54% respectivamente).