La industria de la alimentación en España ha demostrado una gran resiliencia durante la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 ya que sólo una de cada cuatro empresas ha tenido que recurrir a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) para mantener su producción.
Esta cifra es 24 puntos porcentuales por debajo de la media de todos los sectores (49%) y únicamente por detrás del sector primario, según un estudio elaborado por Randstad.
Además, únicamente un 40% de las empresas ha tenido que recurrir al teletrabajo, frente al 56% de la media nacional, y un 9% ha tenido que ampliar su plantilla para afrontar el pico de actividad durante la crisis sanitaria.
“Nos encontramos ante uno de los sectores con mayor resiliencia de nuestra economía y que, gracias a su esencialidad, ha podido mantener e incluso aumentar la producción durante los meses de confinamiento total de la población. Se trata de un sector estratégico con una alta capilaridad y cuya implantación territorial es clave en la fijación de la población y en el desarrollo local de las zonas rurales”, asegura Valentín Bote, director de Randstad Research.
Para Bote, el sector “necesita implementar reformas de digitalización y adaptación a las nuevas tecnologías para mantener la senda del éxito para mantener la robustez de este sector y su carácter vital en el desarrollo de la economía”.
Según recoge el estudio de Randstad, el sector de la alimentación ha aguantado mejor que otros el embate del coronavirus, el 36% de las empresas pudo mantener el 100% de su actividad durante la crisis y hasta el 32% mantuvo su volumen de negocio, cifras que prácticamente duplican a la media de sectores que se mantuvieron en un 18% y un 15% respectivamente.
Entre las medidas adoptadas por las empresas del sector de la alimentación para atajar la urgencia sanitaria, únicamente el 8% tuvo que paralizar temporalmente su actividad empresarial, 15 puntos porcentuales por debajo de la media de sectores (23%); y el 9% tuvo que afrontar un aumento de la actividad.
Sin embargo, a pesar de los picos iniciales en la producción, según el Índice de Cifras de Negocios de la Industria del INE, la producción en la industria de la alimentación cayó un 15,2% en mayo de 2020 con respecto al mismo mes del año anterior.
En este sentido y, según las informaciones facilitadas por la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB) en su Informe Económico Anual, la pandemia podría provocar una caída de entre el 3,8% y el 8% de la producción y, en el peor de sus escenarios, llegaría a causar pérdidas de 10.000 millones de euros y entre 4.000 y 11.000 empleos directos.
Optimistas con su recuperación
Las previsiones de recuperación de los empresarios del sector son optimistas, muy por encima de la media del resto de sectores. El 52% considera que alcanzó la normalidad a finales del segundo trimestre y el 62% de los directivos cree que logrará el volumen de negocio previo a la crisis a finales de año, mientras que casi nueve de cada 10 administradores valoran que la recuperación total llegará en el segundo trimestre de 2021.
Esta percepción contrasta con la media del total de sectores que sitúa, con un 39%, la recuperación en el primer trimestre de 2020 y, con un 48%, la recuperación en el último trimestre del año.
La incertidumbre económica del país es la principal preocupación para el 62% de los directivos del sector que cree que puede lastrar a su empresa, seguido de la pérdida de facturación (31%), aunque el 71% confía en la fortaleza de su sector para sortear la crisis.
Con el objeto de atajar esta incertidumbre, el 41% de los empresarios considera que las ayudas y deducciones fiscales son un buen mecanismo, seguido con un 30% de la flexibilización laboral y con un 29% de ayudas económicas directas.
Durante la crisis económica, las gestiones de Recursos Humanos, como la inversión en seguridad y protección de la salud de los empleados y la aplicación de los ERTE fueron los principales retos organizativos, con un 38%. El 34% considera que garantizar la productividad y el 30% mantener la operatividad y la relación con clientes y proveedores han sido sus mayores desafíos.