En los últimos 25 años han cerrado en España el 90% de las industrias harineras y semoleras, por lo que en la actualidad sólo sobreviven aquéllas que están mejor dotadas, tanto de medios técnicos como de recursos humanos, asegura Ramón Sánchez Expósito, director de la Asociación de Fabricantes de harinas y Sémolas de España (AFHSE).
AFHSE es la organización empresarial más antigua de España, que aglutina a 115 industrias de primera transformación de trigo blando y trigo duro, y otros cereales, en harinas y sémolas para consumo humano. La producción de todo este colectivo empresarial, en gasto corriente de los hogares, representa el 10 por ciento del consumo alimentario de los españoles.
Este año ha sido muy volátil, con fuertes subidas de las cotizaciones mundiales del trigo, afectando fuertemente a la estructura de costes de las industrias del sector. Hablamos de incrementos de una gran magnitud (de un 50 por ciento), que también se han traducido en un sentimiento de inseguridad a nivel mundial. 2010 ha sido un año complejo, pero las empresas ya han aprendido a manejar la complejidad, a controlarla. En cuanto al volumen de harina producida, este año se ha registrado una cierta estabilidad que da continuidad al estancamiento ya experimentado en el consumo en 2009.
Las empresas asociadas a AFHSE son fabricantes o industrias. La asociación representa al 85 por ciento del sector y son industrias radicadas, en gran medida, en el medio rural, en las zonas productoras de trigo, o bien en áreas cercanas a la importación, o portuarias. La gran mayoría son empresas familiares, algunas con una gran tradición de 4 ó 5 generaciones, pero al mismo tiempo con un componente tecnológico y profesional muy desarrollado.
Hay retos muy importantes en el sector que afrontar en estos próximos años. Desde AFHSE hemos detectado, entre otros, la necesidad de adaptar la capacidad productiva de la industria harinera y semolera a la demanda real. Ya desde hace tiempo, la capacidad teórica instalada es el doble de la demanda efectiva, tanto nacional como para mercados internacionales. Aunque las empresas están realizando sus ajustes, aún queda mucho por hacer.
El 75% de la producción de la industria harinera y semolera va dirigida a la panadería, mientras que el 25 restante se destina a bollería, y otros productos alimentarios. Considero que debemos hacer el esfuerzo, todos, de demostrar que los productos derivados de la harina y la sémola no son sólo sanos, seguros y beneficiosos nutricionalmente, sino que, en tiempos de crisis, también ofrecen para el consumidor una relación excelente entre su aporte nutricional y el precio que tienen en el mercado.