La comunidad científica duda de la eficacia de una medida como la de gravar impuestos sobre ciertos alimentos para detener el sobrepeso y considera al sedentarismo como el gran enemigo en la lucha contra la obesidad.
La publicación científica New England Journal of Medicine, la más prestigiosa dentro de la comunidad científica y máxima referencia entre los profesionales de la medicina, expresó recientemente sus serias dudas sobre la opción de gravar impuestos contra determinados tipos de alimentos y bebidas como medida eficaz para combatir la obesidad.
De esta forma, tres médicos revisaron otros tres artículos científicos (publicados en 2004, 2007 y 2009) y llamaron la atención sobre la ineficacia de gravar los refrescos para luchar contra la obesidad.
Michael J. Rinaldi, del Heart and Vascular Institute de Charlotte, reseñó sus dudas sobre esta eventual medida y se preguntó: “¿Debería aplicarse a todos los productos nutricionalmente menos interesantes y a la comida rápida? Y, si se trata de una medida de salud pública para reducir los costos de recursos sanitarios, ¿por qué no introducir también impuestos adicionales, por ejemplo en vehículos y armas, también responsables de muchas muertes y gastos sanitarios?”.
El sedentarismo se sitúa ya como uno de los principales motivos, si no el que más, del aumento de los índices de obesidad en todo el mundo. Según la OMS, anualmente mueren 1,9 millones de personas en todo el mundo a causa de la inactividad física, que deriva en patologías crónicas y perniciosas para la salud. Sólo en la Unión Europea hay más de dos millones de personas inactivas y en España sólo el 40 por ciento de los adultos realiza actividad física.
La Revista Española de Cardiología publicó en marzo un estudio realizado por La Universidad de Queensland, en Brisbane (Australia), en el que los autores realizaron mediciones antropométricas para determinar la adiposidad general y determinaron una serie de biomarcadores del riesgo cardiovascular. En sus resultados, describieron “asociaciones significativas entre el tiempo empleado en una conducta sedentaria o la grasa corporal y los biomarcadores del riesgo cardiovascular” en un grupo de jóvenes situado entre los 13 y los 16 años de edad.