Una añada calificada como “excelente”, con una buena climatología durante todo el año y un septiembre excepcional, dio vida a Oinoz Crianza 2015.
Pero ya en su nacimiento en 2014, este vino se alzó con la Medalla de Oro en el Concurso Mundial de Bruselas 2017. De carácter fuerte, fue diseñado para romper las reglas y no dejar a nadie indiferente. Oinoz Crianza es fruto del último proyecto de Carlos Moro en Rioja, un tempranillo 100% con 12 meses de crianza en roble francés y americano que nace de los calcáreos y frescos suelos de San Vicente de la Sonsierra, una de las mejores zonas de la Rioja Alta.
Este vino procede de viñedos viejos de entre 25 y 80 años, en vaso, de limitadas producciones y uvas de pequeño tamaño. Se caracteriza por su finura y elegancia, con un atractivo color cardenal oscuro con tonos violáceos y aromas a fruta roja fresca como frambuesa y zarzamora.
Apasionado de la viña y de la tierra, Carlos Moro decidió dar un paso más allá en su trayectoria vitivinícola creando Bodegas Carlos Moro en la prestigiosa DOCa Rioja.
La bodega se ubica en una ladera rodeada de viñedos y destaca su magnífico calado subterráneo de 1.200 metros cuadrados de superficie en el que descansan más de 2.000 barricas. Además de una maravilla arquitectónica, este calado favorece la crianza de manera natural y homogénea a lo largo del año en óptimas condiciones de temperatura y humedad y sin depender de equipos de frío industrial y/o climatización. La bodega dispone, también, de un sistema de aprovechamiento de la humedad y de la temperatura del calado subterráneo para su uso en el resto de dependencias de la bodega, como apuesta por la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente.
San Vicente de la Sonsierra, donde se ubica la Bodega, cuenta con una historia milenaria y uno de los patrimonios históricos más ricos de La Rioja. Los campos están repletos de restos prehistóricos y yacimientos arqueológicos, muchos de ellos asociados al cultivo del vino. En esta zona, los romanos comenzaron a cultivar la vid hace más de 2000 años. Fueron los monjes cistercienses fundadores del Monasterio de Santo Domingo de la Calzada, a 30 kilómetros de la bodega, y provenientes de Borgoña (Francia), quienes aportaron la forma tradicional de cultivo y parcelación de la uva.