Un reciente estudio publicado por el “American Journal of Clinical Nutrition” derriba el viejo mito de la asociación entre consumo de bebidas azucaradas y obesidad, afirmando que no hay ninguna relación entre ambos siempre que el consumo de refrescos sea moderado.
El estudio, titulado “Hábitos de bebida en adolescentes y cambios en el peso con el paso del tiempo”, incluyó una cohorte de 2294 adolescentes con un seguimiento longitudinal a cinco años. Su objetivo era ver qué cambios se producían en sus cuerpos con el consumo de diferentes tipos de bebidas, incluyendo las azucaradas. El trabajo se dividió en dos fases (1998-99 y 2003-04) para valorar los cambios en los patrones de comida y peso relacionados con la evolución de los adolescentes a la edad adulta.
La conclusión del estudio es clara: “No existe asociación entre consumo de bebidas azucaradas y zumos en relación con un aumento de peso”. Aunque también sugiere nuevos estudios prospectivos que incluyan criterios tales como el cambio de metabolismo en los adolescentes y los hábitos alimentarios de éstos.
El problema de la obesidad infantil y juvenil es motivo de preocupación de todas las autoridades sanitarias y, según datos facilitados por la AESAN España ya sitúa su tasa de obesidad, entre la población infantil y juvenil (2-17años), en el 9,13%, mientras que el sobrepeso se encuentra en el 18,48%.
Con este marco de fondo, a la hora de abordar los principales motivos que puedan haber conducido a esta situación, ha de tenerse en cuenta el importante déficit alimentario. Los resultados del programa Perseo presentados este año indican que los niños de 6 a 10 años consumen grasas en casi el 40% de la ingesta energética, cuando se recomienda el 30%. Así y comenzando el análisis por el desayuno se observa que a esta primera comida del día se le dedica un tiempo insuficiente. Según datos recientes de la AESAN, el 8% de los niños en edad escolar, acude al colegio sin desayunar.
En este sentido el estudio EnKid, ya evidenciaba que el 6,2% de la población infantil y juvenil española no desayunaba habitualmente, existiendo una relación clara entre este mal hábito alimenticio y la obesidad. A esto ha de sumarse el hecho de que, según este mismo estudio, casi un 60% de los niños dedicaba al desayuno menos de 10 minutos, lo que se asocia a una baja calidad nutricional.
Asimismo, el resto de comidas del día tampoco resultan mucho más ventajosas, considerando un marco social y educacional en el que los menores invierten muchas horas al día (3 según los últimos estudios) delante de la televisión o del ordenador, favoreciendo el sedentarismo.
Hoy en día se ha visto que para invertir la tendencia ascendente del sobrepeso y la obesidad, como mínimo hay que dedicar de 15 a 45 minutos a cada ágape, según tipo de comida, hacer cinco comidas al día y abandonar el sedentarismo optando por la práctica diaria de ejercicio. Así el programa Perseo expuso que el 13% de los niños nunca hace deporte o actividades deportivas, y casi el 10% de los alumnos sólo realizan actividades deportivas de una hora a la semana, cuando los expertos indican que a esas edades, debe realizarse actividad física al menos una hora al día.